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Puede parecer que cuando una mujer casada tiene su primer hijo ya no tiene ganas de sexo, porque durante unos años tiene que cuidarlo y es su principal prioridad, pero siempre hay un momento en el que vuelven a tener ganas de follar. Como el pobre marido también lleva mucho tiempo esperando a que su esposa se ponga cachonda lo más normal es que empiecen a follar cada día como dos animales en celo, hasta que poco a poco vuelve la normalidad de un matrimonio aburrido mientras los hijos van creciendo casi sin darse cuenta.
Las madres de esta época ya no tienen el sexo como un tabú oculto y misterioso, y cuando sus hijos empiezan a descubrir su propio cuerpo prefieren enseñarles todo lo que saben antes de empiecen a buscar información equivocada entre sus amigos o en páginas de internet que les influencien negativamente. Al principio sólo consiste en enseñarles cómo darse placer a uno mismo con una buena masturbación en la intimidad de su habitación, pero lo más complicado empieza cuando tienen su primera pareja y no saben qué hacer cuando llega el momento de la verdad.
En estos casos las madres más modernas, y porqué no decirlo, también las más guarras, prefieren irse a la cama con la joven pareja y darle unas clases prácticas. En realidad no es un trío porque si tuvieran contacto directo con sus descendientes estaríamos hablando de un incesto madre-hijo, pero las mamás seguro que disfrutan más que si fuera un simple polvo. Si es un hijo, le pueden comer el coño a la novia como cualquier zorra lesbiana hasta demostrarle que puede hacerle llegar al orgasmo, y si es el caso de una hija aún mejor porque se pueden follar al novio con la excusa de enseñarle las posturas más placenteras para una mujer.